6 Marzo – 3 Abril
Una vez más tuvimos la suerte de contar con la artista Ana Lilia Martín. Esta vez nos presentaba su nuevo trabajo «El Cuerpo Infiito». 26 piezas de modelados del cuerpo humano, como es tradicional en la trayectoria de la escultora, que siempre ha trabajado sobre este motivo. En esta ocasión, las obras siguen la línea desarrollada por Ana Lilia más recientemente, un trabajo mixto o de simbiosis entre el cuerpo y la naturaleza, por lo que las piezas semejan híbridos entre humanos y elementos vegetales u objetos encontrados. La mayoría de las piezas son de terracota policromada, a lo que se suma una instalación de dibujo sobre papel vegetal.
A cada obra le acompañaba un poema generado expresamente para la misma. Venían de la mano de Cecilia Domínguez Luis, Féliz Martín Hormiga y Roberto Toledo Palliser.
“La creación de Ana Lilia emana de la experimentación, la búsqueda de lo humano en franca y profunda relación con otros materiales, vegetales o no orgánicos, una relación umbilicada, un reparto de vida que actúa sobre la suma”, asegura Félix Hormiga en uno de los textos que acompañan al catálogo de la exposición. Hormiga se refiere a las piezas de El cuerpo infinito como “el nacimiento de una nueva primavera”.
“Aprender a pronunciarnos sin palabras es la odisea que nos propone Ana Lilia Martín”, apunta en el mismo catálogo Roberto Toledo Palliser, quien refiere también esta otra propuesta de la escultora: “transformar la mirada o el tacto en ensoñaciones que narran el vuelo silencioso del espíritu en busca de un cielo que sostenga sus alas, no con la invocación de las palabras, sino con las potencias de su arte creativo, esculturas surrealistas que acarician nuestro inconsciente, invitándonos a transitar lo onírico para recuperar, como en la infancia, el agua de la vida”.A propósito de la propuesta de Martín, el crítico destaca que “el ser humano puede sentir el viento de otra manera, por el mover de las hojas o el campanil de los pistilos de una flor que, de manera determinante, es él. Y él y el árbol, o lo que partiera del holismo creador de Ana Lilia, son un único ser, comparten un mismo latido y el flujo de la sangre y la savia que recorren esa entidad nueva en la que se han convertido”. Así, ante la mirada del público, “el mundo cambia, de igual manera que ha cambiado la realidad para estos nuevos seres”.
A juicio de Cecilia Domínguez Luis, las esculturas de Martín obligan al público a “imaginar, a reconstruir el resto, a partir de nuestra propia concepción de la naturaleza humana”, de forma que la autora “nos invita a detenernos ante ellas y a reflexionar sobre nosotros mismos. La escultora apuesta por una mirada que nos desnuda y, al mismo tiempo, nos confirma en la vida, que se convierte en esperanza de futuro en esas mujeres embarazadas, en esas cabezas de las que surge un mundo vegetal: ramas, hojas, flores. Todo un anuncio, una promesa de un renacer”.