Circular.
Convocar al círculo de lo visible el aliento de lo innominado. Ricardo Bonnet nos aproxima a través de sus creaciones cerámicas a una mirada que dialoga con los enigmas que sustentan las arquitecturas del mundo en interacción con la vida y la intemperie, una odisea de la mirada que resuena en el diapasón de nuestros huesos, sin palabras. El artista viaja, se traslada por los paisajes de la forma, por los rituales del asombro y observa, toda vida escenifica geometrías, se entrega al tacto, construye hormigueros y diferentes hábitats, se ejecutan danzas y cantos de cortejos, pautas migratorias y, como todo ser viviente, la humanidad participa de ese tránsito desde siempre. Se vuelve trashumante, dejando a su paso sus círculos de piedra.
Bonnet indaga sobre ese proceso creativo que nos lleva desde el arte megalítico a los petroglifos, desde las espirales celtas o africanas, de los jardines zen a la alfarería primigenia. Analiza como la forma se supedita al vacío, no solo en su función como manifiesta el Tao, sino en el don que éste nos otorga, generando el espacio hábil de la mirada, lo vacuo que nos posibilita la distancia o el tacto, el círculo de nuevo, como arquetipo de lo interior, invisible, y lo exterior, visible. De esa tensión surge la creación, el arte, el deseo de pronunciarnos algo más que criaturas, creadores.
El arte de Ricardo Bonnet lo convierte en un hacedor de silencios sonoros, no por lo que cuenta en sus creaciones cerámicas, sino porque en su proceso de creación alquímica, imagina y trabaja la formas del barro, interactúa con esmaltes, óxidos y otras sustancias para entregarlas a la forja, aceptando la voz que surge, en aleación con la suya, de las epifanías del fuego.
Tuya, espectador, es la voz que completa el círculo de la mirada.
Roberto Toledo Palliser