La propuesta que presenta Juan Carlos Batista bajo el epígrafe “Conversión y desmanes” tiene vínculos con series anteriores, como se aprecia en las dos piezas fundidas en bronce, que transitan entre la extensa serie de animales híbridos y las últimas esculturas de madera deconstruídas (lucro y desmán, 2019-2021).
Las esculturas de madera sometidas a un proceso de apropiacionismo y deconstrucción, proceden en su mayoría de la artesanía popular africana. Por respeto y ética, el ejercicio de despiece y reconstrucción de artesanías de madera estándar y de bajo valor evita alterar antigüedades, diseños creativos y otras singularidades. Estas piezas, cercanas a nuestro entorno cultural y comercial, están presentes en nuestra cotidianidad, fruto de la globalización y del contacto con las culturas del continente africano al que pertenecemos, y al que nos acercamos con nuestra carga cultural y prejuicios europeos. El artista, a modo de parodia y denuncia, se convierte en “expoliador”, elige estas piezas como materia prima y las transforma en nuevos objetos artísticos. Este ejercicio de apropiación y manufactura irradia, en palabras del artista, pequeñas dosis de cinismo, de un “canibalismo sutil”, pero también se puede aseverar que todo ready-made, desde su nacimiento hasta su “reencarnación artística”, provoca un cambio cuantitativo referido a su valor como mercancía.
Respecto a las obras fotográficas (imágenes manipuladas digitalmente y transferidas a papel fotográfico) se emparentan con las piezas escultóricas no solo en lo formal, esto es, apropiacionismo y alteración, sino también en lo textual y en el concepto de decepción que recorre buena parte de la obra de Juan Carlos Batista. Decepción incluso ante la propia potencialidad del arte para combatir o revertir la deriva errática de nuestra naturaleza.
La distorsión y “trituración“ (como alguien que no quiere dejar pruebas) digital esta vez está dirigida a los carteles de la guerra civil española. La imagen que surge pierde su contenido político mutando en algo irreconocible, pero también en algo cool y sofisticado, que no es otra cosa sino el trato (maltrato) de un sector de la sociedad española con la memoria histórica. Las alteraciones se obtienen manipulando plantillas de imágenes, símbolos y gráficos, mandalas, cruces y obispos, composiciones donde se repite la figura de Franco, simbología filonazi, espectadores de una corrida de toros… Todo un inventario de siluetas y contornos que deforman y trituran la memoria de los vencidos.