El acontecimiento difícilmente se puede preparar, no se puede prevenir; se puede trabajar, pero no planificar. No se predice lo que está por pasar: el acontecimiento acontece. En él influirán las maneras de hacer, donde los probables los conocemos, como anticipar la imagen. Lo que buscamos es ampliar los posibles.
Buscamos dar más espacio al pensamiento para no condicionar el resultado. Buscamos otras formas de deseo, nuevos ámbitos, perseguimos lo que nos seduce con otros hábitos. Buscamos no partir de una táctica anterior, descubriremos que la solución no estará lejos de lo que nos seduce.
Es la imaginación la que abrirá nuevos espacios para crear una nueva realidad, las diferentes maneras de hacer que no estaban previstas de antemano.
De la paciencia en la acción, del cuidado de los detalles, del hacer minucioso y atento, de la potente fuerza de lo mínimo, nacerá la vía para articular un nuevo mapa de relación, abrir fisuras, como las diminutas plantas capaces de resquebrajar los sólidos muros de hormigón.
Activar un cambio de posición, migrar para poder desvincularse de los lugares donde se nos espera y abrirse a otro territorio donde trabajar.
El cambio de estrategia en las maneras de hacer conlleva alguna renuncia y, como consecuencia, un duelo. El vínculo con nuestras historias ayudará a reinventar el lenguaje para hacer hueco a las nuevas ideas, explorarlas y recuperar la fuerza de las preguntas.
No hay drama, es ir con pasión al encuentro de los indecibles. Es la fuerza del juego, del movimiento del deseo, una vez y otra, y otra vez, y una vez más. Es la repetición. Es el juego lo que se juega en el juego.